EL JUGADOR DE SQUASH
Satisfecho el jugador de squash,
quizás por haber ganado
algún partido,
abre su coche con mando.
Se le ve el aura de líder
de brazos bronceados,
la relajación después
de haber estampado la bola
en un lugar de la cancha
y sudar
con alguien a su lado
toda la tensión de expedientes
y el estrés de
del carnaval caníbal
de cifras y datos
de rutina.
Él sabe el valor
del esfuerzo.
Estudió mientras otros
perdían sus días
inactivos y sin el menor
sentido práctico,
sin hacer nación.
Barbudos de izquierdas.
Feminazis.
Maricas de los que ahora hay
que llamar gays
y que quieren institucionalizar
dar por el culo.
Una pala a todos
les daría él,
siempre que no fuesen
las suyas de squash
claro.
Un país es
no sólo un dominio,
sino un destino común,
una empresa
total.
Y si hay partes en él
digamos atómicas o autónomas
de manifiesta
ineficacia,
o sencillamente molestas,
no debería considerarse
como un deber
digamos de los demás
cubrir sus costes.
En eso consiste
la democracia.
Tanto la Naturaleza
como la Historia,
por no decir la Biblia,
demuestran que el débil
de espíritu o lo que sea
es un lastre para los otros
que o bien los arrastra
o los aniquila.
Así que por qué tendría yo
que perder mi negocio
o mis ingresos
para ayudar a esos
que no hacen nada por nadie
¿no?...
Piensa ya desfogado
el jugador de squash
mientras gira el volante
para ir a pillar
la nueva autovía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario